lunes, 12 de marzo de 2012

miércoles, 18 de agosto de 2010

martes, 16 de octubre de 2007

¿QUÉ ESCUELA QUEREMOS?

¿Qué escuela queremos? “Una mirada crítica a la enseñanza”, es un análisis de nuestro sistema educativo.
Todos sabemos que el sistema público de enseñanza padece en la actualidad serios problemas que afectan a distintos ámbitos de su estructura. Este libro hace un recorrido por los problemas más importantes.
- El fracaso escolar.
En España se habla de un fracaso escolar medio cercano al 30 %, esto supone un desprestigio para el propio sistema. Si la comparamos con el entorno socioeconómico, España aparece en la cola de los países de la OCDE en diferentes indicadores de desarrollo educativo y en distintos aspectos académicos. Estos malos resultados llevan al poder político y a la administración educativa a marcarse como prioridad la bajada de esos índices de fracaso y la mejora de los resultados, pero, parece que esa preocupación es principalmente estadística, pues muchas medidas no van encaminadas a mejorar la calidad de la enseñanza para que el fracaso escolar realmente disminuya, sino que se trata de simples estrategias con objetivos estadísticos, como por ejemplo, desarrollar sistemas de promoción y titulación más flexibles. Esto da lugar a que sobre el papel aumenta el “éxito” escolar pero sin mejorar la calidad del aprendizaje.
En estos análisis sobre fracaso escolar se manejan principalmente datos sobre resultados académicos y aprendizajes concretos. Yo creo que esta es una visión muy limitada sobre el fracaso escolar. En el capítulo 3 del libro aparece un análisis de este problema, intentando profundizar en el concepto de fracaso escolar, que, a mi modo de ver, más que como fracaso del alumno, habría que interpretarlo como un fracaso o incapacidad del sistema educativo para ofrecer una enseñanza que motive al alumnado para que quiera aprender, facilitando su desarrollo integral. Creo que es muy superficial descargar toda la responsabilidad del fracaso escolar sobre el alumnado, pues aunque haya causas personales e individuales presentes en tal fracaso, hay otros muchos elementos en el contexto escolar (programas educativos, sistemas de enseñanza, formas de evaluación y selección), en el contexto familiar (situación, recursos), en el contexto social (estructura del sistema educativo, recursos que se aportan, modelos de vida que se transmiten…), todo esto condiciona el proceso de enseñanza – aprendizaje, y por tanto, el fracaso escolar. Es muy fácil descargar toda la responsabilidad del fracaso escolar sobre el alumnado. Creo que tenemos que ser más serios. Cada cual debe asumir su cuota de responsabilidad en este problema (padres, administraciones, profesores, la sociedad…) ¿Qué modelos se ofrecen y promocionan hoy desde los distintos ámbitos culturales dominantes en nuestra sociedad? Nos quejamos de que la juventud no valora el esfuerzo y se deja llevar, entre otros, por los criterios de la “vida fácil”, el consumismo, el éxito asociado a la riqueza económica, el escaso compromiso político y el individualismo, pero tenemos que ser conscientes de que la escuela es el reflejo de la sociedad, y que esos valores son los que se fomentan por distintas vías de la industria cultural controlada por grupos de poder interesados en que eso sea así.
Yo me pregunto. ¿Y si no existiese tal fracaso escolar? Podría ser que para los grupos sociales que tienen el poder y dirigen el sistema sociopolítico y económico establecido, el fracaso del sistema educativo no se tal, y que simplemente es cuestión de mejorar un poco esos datos estadísticos que nos dejan tan mal. Quizás piensen que el sistema educativo cumple, más menos, con sus funciones de reproducción social, de ahí su escaso interés para mejorar su calidad. Tal vez, quienes pensamos que realmente la escuela fracasa seamos aquellos que creemos que sus finalidades principales deberían ser facilitar el desarrollo integral de las personas y contribuir en el desarrollo de una sociedad mejor; pero quienes pensamos esto, olvidamos, que desde sus orígenes, la escuela ha sido un instrumento controlado por el poder político para intentar reproducir el orden social establecido, sus estructuras de poder, llevar a cabo la selección social, y transmitir una serie de valores conforme a los intereses dominantes (el individualismo, sacralizar el sistema político imperante, adormecer el espíritu crítico,…).
- La falta de recursos como consecuencia de un presupuesto económico insuficiente. Esta falta de recursos afecta a las infraestructuras de los centros educativos (su deterioro general, la falta de espacio para las nuevas necesidades), los recursos materiales y técnicos, dotación de bibliotecas, sistemas de compensación social, recursos de apoyo y orientación para atender la diversidad de necesidades educativas, etc.
De estas deficiencias, creo que una de las más importantes, por su influencia es otros aspectos, es la falta de recursos humanos. Se dice que la ratio (nº de alumnos por grupo) ha bajado en los últimos años, pero ésta es una verdad a medias pues cada comienzo de curso la administración educativa ajusta máximo para que la plantilla de profesores sea la mínima posible. Aunque haya grupos de 18 – 20 alumnos, eso ocurre no como consecuencia de una política educativa que pretenda reducir la ratio porque considere que esto es importante, sino porque no hay más alumnos en ese centro o las cuentas no cuadran, por ejemplo, si hay 40 alumnos de un nivel, hacen dos grupos de 20, pero es que no pueden hacer otra cosa. Donde se puede, ajustan las cifras al máximo, y resultan grupos de más de 25 alumnos en Primaria, grupos de más de 30 alumnos en la ESO, y grupos de más de 35 alumnos en el Bachillerato, produciéndose una masificación que afecta de manera negativa a la calidad de la enseñanza y al fracaso escolar. Sobre este asunto llama la atención que en un apartado (en el 1.2.) del documento que la Consejería de Educación envió a los centros como proyecto de una Ley de Educación para Andalucía decía que “bajar las ratios indiscriminadamente será enormemente costoso y sus efectos en la calidad de la enseñanza muy discutibles”. Está claro que quien ha escrito esto lo hace desde un punto de vista económico y no pedagógico, pues es de sentido común, y todos lo sabemos, que con grupos más reducidos de alumnos se puede atender mejor la diversidad de necesidades educativas, atender a los alumnos de una forma más personalizada, y también desarrollar metodologías más activas y participativas, potenciando una mayor calidad de enseñanza.
Estas carencias son consecuencia de cierto abandono de la enseñanza pública por parte del poder político, todo ello dentro de un proceso económico de expansión del capitalismo neoliberal que quiere reducir el gasto público y favorecer la privatización de los servicios públicos, lo que va en detrimento de los grupos sociales más necesitados.
A lo largo del libro aparecen diversos datos estadísticos que refuerzan esta opinión, demostrando que España invierte en Educación muchos menos de lo que puede (según su riqueza), o de lo que le corresponde, de acuerdo al contexto político y económico al que pertenece, y por supuesto, mucho menos de lo que necesita un sistema educativo sometido a continuas transformaciones. Por poner un dato, en el año 2.005, la inversión en educación en España supuso un 4,30 % del PIB (Producto Interior Bruto), mientras, la media de la OCDE se sitúo sobre el 5,5 %, y países como Finlandia, Suecia, Dinamarca o Bélgica estaban por encima del 6 %. También aparecen en el libro datos de cómo desde las instituciones públicas se favorece la privatización de la enseñanza a través de la concertación, lo que supone un trasvase de recursos económicos desde la sociedad – estado (impuestos de los ciudadanos) y desde las familias (en forma pagos para ciertas actividades y servicios complementarios) a la empresa privada, facilitando el negocio de lo que debiera ser un servicio público, y deteriorando la enseñanza pública, que de seguir este proceso, pues va a quedar para los sectores sociales más empobrecidos
- Los programas educativos y las metodologías que se desarrollan. Existe una sobrecarga escolar con un excesivo número de asignaturas que se estructuran sin ninguna conexión entre ellas, ni con las necesidades e intereses del alumnado. Por otro lado, las metodologías educativas, que sobre todo son transmisivas, y de manera general, llevan a la pasividad y al aburrimiento. La educación se plantea como una carrera de obstáculos y su calidad se mide, sobre todo, por los resultados académicos, sin tener en cuenta el grado de satisfacción personal del alumnado, el desarrollo de sus potencialidades, necesidades y deseos. La formación académica y profesional es importante, pero no podemos olvidar el desarrollo integral, ni la formación moral y sociopolítica del individuo. Es necesario un cambio en la estructura, organización, fines y metodologías del sistema educativo, siempre con el objetivo de hacer que la enseñanza sea más atractiva, participativa, comprometida con la realidad y con los intereses y necesidades de las personas y de la sociedad. En el capítulo 6 aparecen algunas propuestas que supondrían una transformación del sistema educativo público en sus aspectos estructurales y metodológicos.
Dentro de este problema metodológico tenemos que hablar de la formación del profesorado. Hemos de ser conscientes de que tanto la formación inicial como la formación permanente no son las más adecuadas para ofrecer una buena calidad de enseñanza. El profesorado debe procurar mejorar cada día en sus formas de enseñar y asumir nuevas maneras de desempeñar su tarea educativa. Es cierto que hay muchos enseñantes que ya lo hacen o lo intentan, pero hablando en términos de generalidad, no es eso lo que predomina. Entre todos tenemos que exigir más recursos y estar dispuestos a aprender. Hay que mejorar el sistema de formación continua del profesorado, partir de sus necesidades concretas y de las necesidades del propio sistema educativo, facilitándose esta formación dentro de su jornada de trabajo.
- Las carencias democráticas en la toma de decisiones sobre la estructura y organización del sistema educativo así como en el funcionamiento de los centros de enseñanza.
Aunque existen estructuras formales donde están representados el profesorado, las familias y el alumnado, la forma y el contenido de esta participación son irrelevantes pues las decisiones importantes son tomadas desde el poder político (ayuda de expertos), sin existir un proceso participativo a través del cual los distintos sectores sociales implicados puedan ir haciendo aportaciones sobre los diferentes elementos que componen el sistema educativo. Y es que, en la educación, como en otros ámbitos de la política, (entendida como el gobierno de la polis), nos dejan “jugar a la democracia” (sistemas electorales representativos), pero solo eso, jugar, pues las decisiones importantes se toman al margen de la participación de los ciudadanos, y más, en base a intereses particulares y partidistas que a intereses colectivos y sociales.

- La igualdad de oportunidades en el sistema educativo. Queda muy bien decir que en nuestra sociedad hay igualdad de oportunidades. En las leyes educativas todo se pinta muy bonito, aparecen expresiones como: “igualdad de oportunidades”, “todos iguales ante la ley“, “en igualdad de condiciones”, “promocionar la igualdad”. Pero todos sabemos que en la realidad no existe tal igualdad sino que las condiciones socioeconómicas familiares siguen siendo un factor de selección social en el sistema educativo.
En el capítulo 4 se aborda este asunto, ofreciéndose datos estadísticos que refuerzan esa opinión; así como un análisis sobre como la existencia de la enseñanza privada (concertada y no concertada) hasta los niveles universitarios, la falta de ayudas y becas, la injusticia social y un deficiente sistema de redistribución de la riqueza, potencian aún más la desigualdad de oportunidades. Sirva como ejemplo de lo que digo los siguientes datos sobre 2.004: el 47 % de los hijos de familias con mayor renta disponible accede a la universidad mientras que lo hace el 21 % de los hijos de las clases con menor renta, y sólo un 14 % de los hijos de trabajadores manuales no cualificados. (Anuario Social de España 2.004. Universidad Pompeu Fabra de Barcelona)
- La convivencia en los centros escolares. En los medios de comunicación aparecen informaciones sobre acoso, violencia escolar, y otros problemas que deterioran la convivencia en los centros. Yo creo que muchos de estos problemas no son nuevos. Han cambiado las formas y aparecen nuevos elementos, pero, sobre todo, lo que ha cambiado es la manera de cómo la sociedad percibe y trata esos problemas. Antes, la sociedad aceptaba y toleraba, de forma general, la violencia hacia el alumnado y entre los alumnos. Hoy, han cambiado un poco las relaciones humanas en los centros educativos y se rechaza cualquier forma de violencia en ellos. Si miro la escuela a la que asistí como alumno y la comparo con la escuela de hoy, salvo casos concretos y ambientes sociales muy deteriorados, podría decir que la de hoy es una escuela más humanizada y con menos violencia institucionalizada, lo cual no significa que no existan problemas de convivencia que hay que solucionar. En esta cuestión hay que tener en cuenta que existen diversas causas que generan problemas de convivencia y conflicto, desde las que tienen su origen en la propia sociedad y en la cultura, hasta las que surgen en el propio sistema educativo: su estructura y organización, programas, formas de enseñar, sistemas de evaluación y selección, competitividad,…
El profesorado, ante la falta de recursos y apoyo por parte de la administración y las familias, vive los problemas de convivencia con cierta ansiedad y frustración.
Para intentar superar esta situación debemos construir una escuela más atractiva para el alumnado, que abra menos vías para el abandono, la dejadez, el fracaso y el conflicto. El profesorado debe implicarse más en la vida del centro, y adaptarse a la nueva realidad escolar que exige una mayor flexibilidad en las relaciones humanas y en el concepto de autoridad. También es fundamental la implicación de padres y madres, facilitándose canales de participación en el centro. Un mejor entendimiento entre las familias y el profesorado abriría posibilidades de solución para algunos de los problemas educativos planteados hoy y facilitaría la convivencia en los centros escolares.
- La influencia religiosa que todavía existe en la enseñanza costeada con fondos públicos. Es incomprensible, que en un Estado que se proclama democrático y aconfesional, donde debe haber una separación entre Iglesia y Estado, la enseñanza religiosa, y más concretamente, el ámbito de la Iglesia católica, siga teniendo tanta influencia en la enseñanza a través de sus propios centros privados y de los conciertos educativos (con dinero público). Se calcula que sobre el 25 % de la enseñanza no universitaria está bajo su control. Esta influencia también se produce mediante la asignatura de Enseñanza religiosa como materia optativa en todos los niveles no universitarios.
Esta presencia en la enseñanza otorga a la Iglesia un poder y un protagonismo anacrónicos que refuerzan sus pretensiones de querer ser el único marco de referencia “doctrinal, moral o ideológica” para todos los ciudadanos, como en tiempos atrás. (¿Como interpretar, si no, la movida que se ha organizado contra la asignatura “Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos” por parte de la jerarquía católica?, con mucha desinformación y manipulación al respecto). Parece que la Iglesia percibe que está perdiendo terreno en su afán de ser la tutela moral de toda la sociedad.
Desde un punto de vista educativo, la presencia de la enseñanza religiosa en los centros educativos públicos genera situaciones de segregación de los niños en base a creencias religiosas de sus familias. Esta asignatura, que se mueve entre la evangelización, el adoctrinamiento y el clientelismo (notas buenas aseguradas y actividades que nada tienen que ver con la asignatura para atraer al alumnado), genera situaciones de discriminación, enseñanzas contradictorias con otros aprendizajes e incluso, a veces, contrarias a los derechos humanos reconocidos en las propias leyes (aborto, divorcio, matrimonio, investigación científica,…), y algunas contradicciones jurídicas (cuando se hace la matrícula: según derechos básicos reconocidos nadie está obligado a declarar sobre sus creencias religiosas, pero en los documentos de matriculación, los padres firman señalando distintas opciones religiosas, son forzados a mostrar sus opciones religiosas). Tampoco podemos olvidar los problemas de organización que se generan en los centros (horarios, distintas religiones,) y a veces la dejadez y la manipulación que se produce con respecto a las enseñanzas complementarias para quienes no asisten a las clases de religión (persuasión con excursiones, presión, lo que se hace en ellas,…)
En el capítulo 5 del libro se hace un análisis de esta problemática, ofreciéndose diferentes puntos de vista, datos estadísticos y argumentos diversos, para concluir que en coherencia con la libertad religiosa, con el contexto político actual y con una enseñanza laica, científica y racional, la Enseñanza religiosa debería quedar fuera del los programas educativos de la enseñanza costeada con fondos públicos. El adoctrinamiento religioso, como otros, ya tiene sus propios espacios. Y el hecho religioso como fenómeno cultural humano ya se estudia en otras materias como Historia, Filosofía, Ética y Arte.
- Una conclusión que podemos extraer de todo lo expuesto hasta aquí es que los sectores sociales que piensan que la escuela debe tener como finalidades principales facilitar el desarrollo integral de las personas, desarrollar todas sus potencialidades intelectuales y afectivas, y sentar las bases para el desarrollo de una sociedad mejor, (una sociedad más democrática y más justa), no pueden permitir que el sistema educativo sirva a los intereses políticos, económicos e ideológicos de los grupos sociales dominantes que son quienes lo manejan y utilizan desde el poder político establecido, sino que tenemos que ponernos a trabajar para buscar un sistema más participativo, donde la sociedad pueda decidir sobre las finalidades, el contenido y la estructura de la enseñanza pública. Hay que apostar por la enseñanza pública, conseguir una mayor capacidad de autogestión para las comunidades educativas dentro de un marco de referencia general, y exigir mayores recursos sociales para poder tener centros que estén mejor dotados, tanto desde el punto de vista material, como técnico y humano; sólo así podremos mejorar la calidad de la enseñanza pública.
En el capítulo 7 se indaga sobre las posibilidades de una enseñanza pública de calidad en nuestra sociedad, planteando el problema de la falta de interés por parte del poder político para que eso sea así. Es difícil que en una sociedad con grandes carencias democráticas, donde priman la competitividad, el individualismo, la especulación y el negocio de una minoría, pueda desarrollarse un sistema educativo que potencie una verdadera democracia, el desarrollo integral de las personas y valores de cooperación, solidaridad y justicia social. Por tanto, para que cambie la escuela, debe cambiar también la sociedad.

Espero que la lectura de este libro sirva para provocar la reflexión y el debate sobre la situación de la enseñanza, y esperando también, que este trabajo pueda colaborar para que entre todos seamos capaces de construir una enseñanza pública mejor, una enseñanza que pueda contribuir a la mejora de la sociedad en su camino hacia una auténtica democracia.
Bartolomé Miranda.